Abrió los ojos.No,no había sido un sueño.Se encontraba en el asiento de un avión destino Bora Bora.El dinero ahorrado durante años por fin había sido gastado, el mayor de sus deseos se estaba cumpliendo.
Miró por la ventana, el extenso mar del océano pacífico se extendía a sus pies.Sintió un ligero hormigueo en el estómago.Llegarían en tan solo 10 minuntos a Motu Mate, desde allí,una lancha llevaría a los pasajeros a sus respectivos hoteles distribuidos entre las pequeñas islas que rodean Bora Bora.
El avión empezó a descender.A través de la ventana se podía observar como el cálido y exótico paisaje se iba acercando mientras la agitación se iba apoderando de cada parte de su cuerpo.
El arrecife de coral que rodea la isla le producía una sensación de misterio. Había oído que encerraba enormes riquezas de flora y fauna submarina, que en su estancia allí iba a descubrir.
El avión aterrizó. Los pasajeros bajaron y se dirigieron hacia unos buses estacionados que les conducirían a las lanchas,ya preparadas para llevarlos a sus destinos.
Nunca se imaginó estar en un hotel de lujo como aquél. Un bungalow tradicional de la arquitectura polinesia construido sobre las cristalinas aguas, a través de las cuales se podía reconocer el fondo.
Se moría por levantarse y tomar un dsayuno en la terraza con la cálida brisa de la mañana acariciando su rostro.
Después del largo viaje se encontraba algo cansada, pero no iba a quedarse a descansar con todo lo que tenía por ver,hacer y descubrir.
Remaría en canoa hasta un islote solitario,navegaría en un barco con fondo de vidrio,practicaría submarinismo,nadaría entre delfines,tomaría el sol en las bonitas playas de arena blanca,aprendería a bailar el tamure tahitiano y probaría el tamaaraa.
Tantas cosas por hacer...¿por dónde empezar?
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